08 junio, 2007

Cuarto día > León a Astorga > 50 kms.

Miércoles, 4 de Mayo de 2004

Una enseñanza sobre otras recogería hoy: El concepto que de la palabra “llano” tiene el común de los mortales, no se corresponde EN NADA al que de ese mismo vocablo tiene el ciclista. Si le preguntamos a alguien sobre el perfil de los próximos kilómetros y nos dice, LLANO, no servirá más que para que recordemos, con muy poco agrado, a los muertos del informador. Dicho esto, he de añadir que el viento, el maldito viento, nos ha castigado hoy también de forma inmisericorde. Se ve que el Apóstol nos lo está poniendo verde.
.El peregrino Ángel y el Capitán Pedales con Sigfredo, el austriaco. Juraríamos que entrabamos en la provincia de León.

Salimos de León sobre las 9’00 de la mañana y hemos acabado en Astorga a las 15’00, más muertos que vivos. Hoy, al menos, hemos podido mantener la previsión de ruta. La salida de León es muy complicada. Hay que salir, necesariamente, por la autovía, y durante bastantes kilómetros te juegas el tipo. Al paso, le hicimos una visita al santuario de la Virgen del Camino, enorme, austero y bonito.

A la altura de Puente de Orbigo hemos vuelto a coincidir con el grupo de cicleros de Valladolid. Lo componen Felipe, su hija Mónica, Julio y Fernando. Los tres trabajan en el Corte Inglés de Valladolid, y Mónica es ingeniero forestal en paro. Es la segunda vez que hacen el Camino, excepto para Mónica que se bautiza para acompañar a su padre. Nos hicimos unas fotos sobre el puente y nos intercambiamos las direcciones para enviárnoslas.
.A pesar de los pesares, casi nunca perdimos las ganas de reir. En el puente del Órbigo, con el grupo de Valladolid.- El viento ya había hecho perrerías con nosotros.

No encontramos nada significativo hasta Astorga. Nada más descabalgar nos metimos en el restaurante Pedro Mato, donde un cocido maragato obró el milagro de resucitarnos. Pedro Mato no es el dueño del restaurante, Pedro Mato era un vigía que los astorganos (o maragatos) colocaban en una torre de la catedral para que alertase sobre la llegada de los franceses. La razón de que en el cocido maragato se coma primero la pringá y luego la sopa, según me contó Javier el hospitalero, es que siempre que atacaban los franceses los pillaba en el primer plato (la sopa) y la pringá, que es lo sustancioso, se quedaba en la mesa. Así pues decidieron invertir el orden, primero la pringá y luego, si el francés no lo impedía, la sopa.

En Astorga hay dos albergues. Nosotros nos alojamos en el San Javier, que está más pegado a la catedral. Hace ya muchos años fue cárcel de mujeres y luego residencia de los criados del palacio de Los Pernias. Javier, el hospitalero, tío amable donde los haya, me enseño con todo lujo de detalles el sótano con su pozo, los escalones de madera de una sola pieza, y me contó el proceso de rehabilitación del edificio, sobre el que tiene una licencia de explotación por diez años.


Sobre las siete de la tarde mi móvil se ha vuelto loco. Una llamada desde mis Cuarteles anuncia que me han destinado a otro lugar y, si bien es una cosa que yo había solicitado, no deja de despertar mis recelos. Luego me han llamado tres Princesas, la titular y dos de las más queridas del Café, una isleña y otra madrileña. Eso, y que estoy mejor físicamente que ayer, me hace estar feliz. Definitivamente pienso que el cariño se debe repartir sin medida. Y también pienso que soy un tipo con suerte.
Hemos visitado la catedral y el museo Gaudí. Me quedo con la catedral. El museo Gaudí siempre me ha parecido un Exin-Castillos.


En la confraternización alberguiana hemos conocido a André y Otile, matrimonio. André es un sacerdote ortodoxo que trabaja con los bomberos. Ambos franceses. Él, gordo, orondo, con poco pelo y barba blanca. Ella menuda y mucho más joven. Iniciaron el Camino a pie en Bayona y es la sexta vez que lo hacen. Mientras nos comemos unos pastelillos que compramos para cenar, nos cuenta Otile, traduciendo a André, que su trabajo es sumamente estresante y que el Camino les sirve de relax, por ello las veces que lo han hecho (siempre andando). Además nos ofrece una clase práctica de cómo curar ampollas: Se toma una jeringa, se pincha la ampolla, se extrae el líquido y se tira. Se rellena la jeringa con mercromina y se inyecta la misma en la ampolla de la que antes se extrajo el líquido. A la mañana siguiente está curada, yo lo he visto.
Mi cena ha consistido en un bocadillo con mortadela (recuerdos de la niñez) y los pastelillos que compartimos con los franceses.


Mañana, si al tío Santiago no le importa, dormiremos en Ponferrada y ya habremos pasado el ecuador del Camino. Que nos echen un galgo.
Me quedo dormido soñando con las Princesas.
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Crucero de San Toribio, con Astorga al alcance de la mano. Que cielo más feo... ¿no?

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