08 junio, 2007

Lo que debíamos saber y lo que terminamos sabiendo.

Antes de emprender el Camino tuvimos tiempo y ganas de documentarnos convenientemente. De las bibliotecas y de internet obtuvimos información para aburrir. Por tener, incluso tuvimos el testimonio de gente que ya había hecho el Camino. La mejor información, no obstante, es la que se te va pegando a la piel cada día de andadura. No encontrarás ninguna como esa. Y lo que sigue es un resumen.

La Credencial la obtuvimos en el propio albergue de Burgos, lugar donde iniciamos el Camino. Nada complicado, nada difícil. Hay que sellarla, como mínimo, en todos los lugares donde se pernocte. Nosotros lo hicimos además en los Cuarteles de la Guardia Civil que encontramos en el Camino y en todos los establecimientos que tenían el sello a mano y vinieron a cuenta. El Escocés, por ejemplo, selló la suya en todos los bares que encontró en la ruta y tenían sello, y fueron bastantes.

Llegados a Santiago tampoco tuvimos pegas en obtener la Compostela. Esto te lo hacen en la Oficina del Peregrino, que queda en una calle ubicada en los aledaños de la Catedral. La atienden unas señoritas y la extienden tras examinar la Credencial. Cada peregrino debe ir con la suya, no se puede delegar en nadie. En la fecha en que nosotros llegamos, 10 de Mayo, no había mucha gente y en diez minutos teníamos la Compostela en la mano.

También es el momento de decir que cuanto más te acercas a Santiago, más difícil es obtener sitio en los albergues, sobre todo para los ciclistas, por detrás de los zapatistas a la hora de adjudicarse un camastro. En algunos albergues, hasta más de las siete de la tarde no admiten a ciclistas. Lo de la preparación es otro cantar. Aquí podríamos decir aquello de “A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga”. O sea, que cada uno es muy suyo. En el Camino te encuentras desde verdaderos profesionales de la bici y del zapato, hasta auténticos piltrafillas que se las ven y se las desean para avanzar. Previsiones, las que cada uno se haga. Yo no me atrevo a aconsejar a nadie sobre el tema. Donde si voy a meter mano es en lo del equipamiento. Imprescindible, number one de la lista de los 40 Principales, el saco de dormir. En los albergues hay colchones y hasta almohadas (le puedes poner como funda una camiseta tuya), pero no hay sábanas, ni mantas, o sea, que tu saco es tu vida. El papel higiénico no me hizo falta, pero sigo pensando que no está de más llevar al menos un rollo.

Muy conveniente llevar tapones para los oídos. La noche en un albergue puede ser una sinfonía de ronquidos. Los tapones se pueden complementar con unos comprimidos de Valeriana. También ayuda llevar una pequeña radio con auriculares. Yo me quedaba dormido cada noche escuchando música en Kiss.fm. Conviene que aclare, no obstante, que hay lugares a los que no llegan las ondas de radio ni las coberturas de móviles. En esos casos prueba a contar ovejitas, o sueñas con tu Princesa. Todas estas cosas, y el cansancio, siempre el cansancio, son mano de santo para dormir como un bendito. Yo, ya me conocen, probé incluso dormir con las respectivas hospitaleras, pero no coló en ningún caso. Si hubiera colado, tampoco se los hubiera contado, pillastres. De todas todas necesario un gorro polar o una gorra para el sol. En mi caso, el casco de mi bici hizo el Camino colgado en el manillar. El frío pudo más que la prudencia y siempre el gorro estuvo sobre mi cabeza.

También resulta imprescindible poner en la mochila una buena dosis de paciencia, buen humor y espíritu de supervivencia. Hacer el Camino NO ES HACER TURISMO, eso les va a quedar claro a las primeras de cambio. Por cierto, en todos los albergues hay unos cartelitos que rezan: EL TURISTA EXIGE, EL PEREGRINO AGRADECE. Si vas muy castigado, como es nuestro caso, el slogan no deja de tener cierto tinte de humor negro y mucho, mucho, morbo.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy natural. Se ve estilo en colocarse el bicornio