08 junio, 2007

Primer día > Burgos a Itero del Castillo > 73 kms.

Domingo, 02 de Mayo de 2004

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Camino de Castrojeriz. No habíamos empezado y ya estábamos perdidos.

Después de llover durante toda la noche, amaneció seco pero amenazante. Eso sí, el frío era el mismo; un grado sobre cero. Con motivos se fue El Mío Cid de aquí. Lo suyo con Alfonso, en Santa Gadea, debió ser sólo un paripé para quitarse de en medio e irse a las playas de Denia. Un tío majo el Campeador, y espabilao. No hice ni ademán de colocarme el bici-casco. Me encasqueté mi gorro polar, tan querido, y pospuse la cita con Doña Prudencia para mejor ocasión. Podría morir aplastado, pero prefería morir con las orejas calientes.

Ya debo decir, sin otras dilaciones, que el camino del ciclista no siempre coincide con el del zapatista, y en nuestro particular caso, y dadas las condiciones climatológicas, más bien casi nunca.
Bueno, pues salimos camino de Villalbilla bien tempranito... sobre las 8’30, y paramos a desayunar -lo que pudimos- en Tardajos. Un poco más allá de este pueblecito, intrépidos exploradores nosotros, nos volvimos a perder. Al llegar al cruce con Rabé de la Calzada -un prodigio de señalización oiga usté- tomamos la ruta equivocada y le añadimos, pa chulos nosotros, unos quince kilómetros más a la etapa. En las inmediaciones de Hornillos del Camino nos encontramos con otro grupo de cicleros, cuasi profesionales, que siguieron el Camino ortodoxo, pero resultó que se encontraba cubierto de barro y venían del ídem hasta las pestañas. Al contemplarlos en tan lastimoso estado, ciclos y cicleros, dimos gracias al tío Santiago por habernos confundido. Tal era la cantidad de barro que tenían las bicicletas de los ortodoxos, que los peregrinos de a pie avanzaban más rápido que ellos.

Estudiada la situación y dado que el Camino desde Hornillos a Hontanas continuaba con el firme de tierra, y por tanto con barro, decidimos, tras consultar con algunos lugareños, evitar el barrizal y dar un “pequeño” rodeo. Así pues enfilamos hacia Estepar y le añadimos, como quien no quiere la cosa, 10 kilometrillos más a la faena. No contábamos con las cuestas que la ruta alternativa escondía, sobre todo la de Iglesias. Para mí, ciclista de llano y vacacional, la cosa se puso francamente jodida y a la altura de Hontanas mi persona ya no era persona; avanzaba sobre la bicicleta con el piloto automático enchufao. Sencillamente espectaculares las ruinas del monasterio de San Antón, sobre la misma carretera. El no llevar la cámara sobre la bicicleta me impidió fotografiarlas pero, qué quieren ustedes, ya no podía con mi alma.

A la entrada de Castrojeriz, mordió el polvo, de la forma más ridícula posible, el peregrino Carmona. Una inoportuna llamada a su móvil le hizo perder el control de la bici y saltó, sin ninguna elegancia por cierto, por encima del manillar. El costalazo que se dió fue de dibujos animados y el resultado..... el brazo izquierdo inutilizado.

Como pudimos llegamos al albergue de Castrojeriz. En los dos la misma respuesta: No hay sitio para los ciclistas. En el segundo de ellos nos remitieron a Itero del Castillo, a unos 8 kilómetros, donde nos aseguraron que podríamos pernoctar así que....... unos cuantos kilómetros más. Para ser el primer día, íbamos servidos.


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Boadilla del Camino. Para mí, el albergue más original de los que encontramos.

Itero del Castillo es una aldeita donde se pueden contar por las noches, antes de acostarse, para ver si están todos. El albergue se encuentra en el Ayuntamiento y fue todo para nosotros cinco. La hospitalera, Ascensión, un encanto de mujer. Su marido murió hace un año, sus hijos marcharon buscando lo que el pueblo es imposible que les dé, y ella resiste abandonar lo que ha sido su vida; así que entretiene su tiempo haciendo de hospitalera y jugando la partida de cartas, cada día a la hora de la siesta, con sus amigas del pueblo.
Por su parte, Daniel, el sacristán, nos enseñó primero su bodega, donde nos invitó a unos vinos de la tierra que yo malamente pude trasegar. Luego la iglesia, tras dejarnos claro que la misma era del pueblo y no de los curas, y que tenía siete altares, cosa inaudita por aquellas tierras.

El peregrino Carmona pasó la noche en un grito. Tales eran los dolores de su brazo que nada más amanecer tomó el único autobús que pasa al día por el pueblo y que le regresó a Burgos para, desde allí, tomar rumbo Madrid-Almería. Ya sólo quedábamos tres bicis y un escocés. A fe mía que la aventura comenzaba torcida.


-¡Ay, Santiago, que se te está viendo el plumero!, exclamó el Capitán Pedales.


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La amabilidad en forma de mujer: Ascensión, hospitalera de Itero del Castillo.

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