05 junio, 2007

Octavo día > Portomarín a Arzua > 58 kms.

Domingo, 9 de Mayo de 2004

-No querías caldo? Toma, dos tazas. 
Anoche llovía en Portomarín cuando nos fuimos a la cama. Ha llovido durante toda la noche y esta mañana estaba lloviendo cuando hemos salido. Y ha continuado lloviendo todo el día. Llueve de forma inmisericorde. De la forma que, dicen, sólo puede verse en Galicia. De nada nos han valido los trajes de agua ni otras protecciones. A quince kilómetros de Portomarín el Capitán Pedales y su grupo ya estaban mojados por fuera y por dentro. La lluvia que arrojaba el impermeable entraba en las zapatillas y el aire frío de las bajadas ha hecho que durante mucho tiempo no sintiera los pies. Con las manos, el mismo problema de días anteriores, el frío no me deja tirar de las manetas de los frenos. Si a eso le añadimos que mi bici-peregrina no está frenando como debiera, las bajadas están resultando un tanto .......... “complicadas”, para no asustar a nadie. 
A ver si tenemos un ratillo y el peregrino Martínez le echa un vistazo a esos frenos. Más que nada para que el tío Santiago no vea aparecer ante su persona al peregrino Juan Desdentado.
.

Iglesia de Portomarín, trasplantada piedra a piedra.- Ante ella el Capitán Pedales y el peregrino Martínez. 

Hablaba de la lluvia. Sea pues. A estas alturas, a las puertas de Santiago, ya me da lo mismo ocho que ochenta, y lo que es por mí pueden mandarme las siete plagas de Egipto envueltas en papel celofán, que ya las trajinaremos de la forma que sea menester.

Hoy el Camino nos ha llevado por lo que, imagino, debe ser parte de la Galicia profunda. Algunas de las aldeas por las que hemos pasado, sorteando un rosario de peregrinos a pie, no tienen ni nombre, o al menos no lo tienen a la vista. Me ha llamado particularmente la atención una, a la altura poco más poco menos de Eireche, en la que el cementerio estaba en la carretera, que además es su única calle. Si, como lo leen, los nichos se alinean perfectamente al borde izquierdo de la carretera, por lo que si alguien circula por ella cuando se está celebrando un entierro, no tiene otra que parar y esperar a que concluya la ceremonia. También es verdad que por esta carretera, exceptuados los peregrinos, no pasan ni los grajos. Subidas y bajadas sin fin, la cabeza metida en el manillar para evitar en lo posible la lluvia y el cuerpo atormentado con lo que, comprenderán, no hemos tenido mucho tiempo para fijarnos en el paisaje ni en el paisanaje. 

Quien quiera hacer el Camino enterándose de lo que se cuece, no puede hacerlo como nosotros. Es necesario no fijarse tiempo, ni metas, y sobre todo cuidar muy mucho que la fatiga del cuerpo no se coma la alegría del alma. Todo lo demás será hacer el Camino, pero de ningún modo “enterarse” del Camino. 

Cuando llegamos a Melide, paramos en una estación de servicio pues tenía necesidad imperiosa de orinar y las capas que me cubren, y la lluvia, me impedían hacerlo a pie de camino. Cuando me he abierto el impermeable he comprobado que la camiseta y la sudadera también estaban empapadas. He preferido no seguir mirando, cerré la cremallera y volví al diluvio. Si me vuelvo a poner los bici-guantes es porque no tengo otro sitio donde colocarlos que en mis manos, pero están empapados. Carretera y manta. 

Sólo nos quedan 17 kilómetros para Arzúa, final de la etapa. Hemos mandado al escocés por delante para que nos vaya buscando alojamiento y nos asegure una ducha caliente cuando descabalguemos. Ya, pasamos de los albergues.

-

Ahí lo tienen, más chulo que un ocho. Por ahí se va a Santiago. 

A la entrada de Arzúa nos esperaba El Escocés, estacionado en el aparcamiento del Hostal El Retiro, donde nos vamos a alojar. El establecimiento no está mal. Ducha, comida y sesión de automasaje. Me acuerdo de mi Princesa; los masajes compartidos son más relajantes. Luego salgo al pueblo para sellar la credencial en el albergue y hacer otras gestiones. 

El albergue es pequeño y está en el centro del pueblo, que es larguísimo. No está el hospitalero y todo es auto-servicio. Por supuesto está lleno y no admiten ciclistas. Sigue lloviendo. Vuelvo al hostal y me pongo a escribir el resumen del día. También llamo a casa y a la corresponsal oficial de El Café. Espero que no hayan notado en ningún lado que tengo las baterías en la reserva, descaradamente en la reserva. Me canso hasta hablando por teléfono pero..... ¡que cojones!, que nadie se confunda, ni se engañen, lo haría otra vez, una y mil veces, como escribió Kipling........ porque quiero y puedo. He pedido a la hostalera una tortilla francesa. Eso será mi cena. Cuando estaba dando cuenta de ella, el peregrino Martínez se ha acercado para contarme que a causa del frío pasado le duelen los oídos. He intentado convencerlo para que vayamos al Centro de Salud del pueblo pero, a pesar de mis insistencias, decide automedicarse y se va a la cama. El resto de los peregrinos se han puesto a jugar al dominó. Siempre pierde El Escocés. Eso si, se lo toma bien y paga religiosamente lo que se toma mientras se juega, con una sonrisa. Un tipo majo este escocés. Ayer le pedí que me tradujese una pintada en inglés sobre la pared del albergue de Portomarín: SIN SUFRIMIENTO NO HAY GLORIA. ¡Y un huevo de pato!. Hasta mañana........ en Santiago.

Entrada a Portomarín.- Al fondo, el puente sobre el río Miño, que da entrada al pueblo.

No hay comentarios: